I
Cada
amanecer es un vicio. Y hoy el tumulto va... ¿Va? ¿Pero va
plausible? Digo, hoy me dijeron que había una lapidación alegre.
Así que como me dijeron que sería alegre confirmé mi
participación. No es que me gusten las sentencias ni nada. Pero
quería saber como es una lapidación la más alegre condena.
Así
que ahora estamos en la plaza, eh. No se siente juguetear, parece un
dictamen, vos sabes como es. No todos llevan látigos ni piedras en
las manos para el condenado. ¿Llevan algo para apalearlo? Tal vez me
confundí y ahora eligen sus narices. Sí, creo que lo entiendo.
Vamos a posarnos en ronda sobre ese tipo y le vamos a sacar todo el
aire a su alrededor. Y todos estamos en diferentes rondas esperando
nuestro turno. Algunos hasta han besado a ese hombre, se lo ve calmo.
Muerte por mil afectos, o algo así.
Se
me hace raro estar oliéndole el pelo a un hombre. Nunca lo hice ni
con mi padre ni con mis hermanos. Somos como una docena de
aspiradoritas que asfixian a este hombre. Tal vez algunos le estén haciendo cosquillas. Me cuesta oler, este señor tiene caspa. Oigo
pasos y pasos. Hay tantas narices apretujadas en este hombre que
hasta me cuesta respirar a mí. ¿Así es la lapidación de las
narices? No entiendo nada si no lo veo, y ahora menos porque no
escucho.
Tropecé
ante tantos respiros, que cuando me dí cuenta estaba lejos del
hombre pero sumido en ese oleaje de narizotas verdugas. Se oían
fuertes, pero el hombre... Luego de un rato todos se dispersaron, y
muy colorados de piel. Pero el hombre... yacía violáceo sobre el
suelo de la plaza juguetona.
II
Requiero
de una botellita de mañas. Otra de ternura y otra de sudores. Haz mi
testamento y partiré mañana tan temprano, tan temprano que me
dolería pensar que te estoy dando una responsabilidad grande. Que me
sienta imantado al recuerdo y entonces me vaya sin nada de lo que yo
te haya pedido. Y tal vez ahí se encuentre mi amabilidad a la hora
de las culpas. No soy engranaje, no.
No
me quiero abstener, mañana jugaremos en la plaza. Mañana oleré a
esos hombres cansados. Tal vez... voy a rasgarme a cada laborioso y
entonces no deberé sentir el arrepentir sidoso. De esos que sé
bastante, no los detendré con mañas que los obliguen a volverse al
día a día; no me rociaré de ternura para engendrar piedad; no
necesitaré ya de imitar mi propio sudor. Sí, sudor, sí. Porque
todos me prestarán el suyo. Y voy a estar en ayuno. Y voy a
alimentarme con lo que sea que me den sus inexpertas narices.
Basta
con eso y que te olvides de lo que dije. Así no lamentaré nada.
¿Viste? Que no hará falta testamento. Porque mañana todos van a
escribirme uno por vos.
III
No
divinizaré a la vida de esos jueces inventarios de su propia
fantasía. La ablación mental me permitió ser gentil sobre los
hechos. Él me permitió la inundación y yo le permití ser asesino.
Y decidí no invocar a ningún animal para que hablara. Sólo me
abandoné.
Le
llovieron juicios y cascadas y él se tragó todo. Y era un
espectáculo observar eso. Como se tragaba cada puteada por mí, y yo
cascarón viviente a pesar del bárbaro crepitar de aquellos que
jamás lo conocieron. Yo a pesar del triunfo del que grita que ganó.
A pesar como todos los pesos muertos. Puedo gritar tan feliz y poco
desafiante como aquel que te libera y es condenado a farfullar contra
su naturaleza. La introspección no tiene que vibrar. Si demuestra
fuerza no es que jamás ceda. Si está quieto no es que jamás se
movió.¡No vale increpar! Dulces sebos tormenta. Que hoy el paraguas
se abrirá para el más invencible e intangible. ¡Hurra! ¡Hurra!
Y
veo una estrada que conduce al inundador a su inundación. Como la
goza al repetir sin defectos todo proceso. Y el juicio desaprobante
festeja. Vil hinchada. Tronemos y destronemos juntos, inundador
sereno. A sentir feliz el vacío, que de mí, se lo culpa...
IV
Lejos
quedó el gorgoteo sublime de tres. Es una pena que hoy, sea el
cuarto gorgoteo. Singular. Que pretende decir algo más, relacionado
al crimen del inundador. No llevo un historial de lo que hago ni de
lo que debo. Y es una chota hablar, hacer ruido, generar espacio en
la plaza, el dormitorio y el tribunal. Tener que ocupar algo de lo
que ya se ocupan otros.
Tener
que desgranar la coyuntura. Yo no puedo más que menos. Si sos el
cero, ¿a quién miro comatosamente hasta el cansancio? Soy silencio
sin serlo, por ello tampoco soy ruido. Y la puta madre, dualismo,
solo servía para ayudar al que inunda el todo de los demás.
El
que inunda: mi padre, mi rey. Tecleaba por siempre sobre su pelo
finísimo. Se sacaba uno, lo tomaba de las raíces y le fascinaba su
irregularidad. Hoy soy el eterno, y él, que quería eso, sedujo para
convertir y convertirse. Y lo mejor es que mi abstracción blanda no
existe. No existirá. Y tal vez hasta otro que se avive (y acá
dejaré de hablar para desconvertirme y volverme a como soy), ya
batiré de nuevo ante la bondad de aquel que llena. Que me nazca y me
convide. Como buen vacío, a la materia motor doy.
Boris – Flood
Circa 2013