martes, 12 de septiembre de 2017

Jumpin’ Jack Flash (sobre hielo)

—Perforamos y nos vamos. Mi primera expedición se suponía que sería un trabajo simple, una relajante experiencia en el valle blanco. Así es, creía que todo era perforar y mirar, perforar y hablar idioteces con los muchachos. ¡Me parecía fácil rellenar el currículum picando un poco de agua congelada! Y Jack… Jack es el único que confiaba en mí a la hora de observar que funcionara la perforadora. Jamie, en cambio, no me tenía paciencia:

—¿Lo pusiste a ese idiota de Jason en vez de hacerlo tú? Eres muy porfiado... ¡Poner a ese africano desnutrido ante una máquina que sólo se deja manejar por hombres! Recuerda mis palabras, Jack. ¡Ese enclenque nos llevará a la ruina!

—Él creía que Larsen B era “su” plataforma, realmente un jefe brutal. Recuerdo que unas horas antes de que se resquebrajara todo, Jamie me dio un golpe en la nuca porque casi rompo uno de los núcleos de hielo. No paraba de gritarme: “¡Jodido neoyorquino! ¿¡Crees que esto es un juego!? ¡Apártate!”. En ese momento me tiró al suelo de un empujón, yo estaba nerviosísimo. Imagínate, Jack se interpuso para evitar que ese Grinch de barba larga y canosa me moliera a golpes. Jamie estaba muy alterado, agitado por la bronca, parecía que su cabeza hinchada iba a estallar en cualquier momento. Ya te digo, se veía como un viejo senil al que la campera polar y el liderazgo le quedaban demasiado grandes. Pero aún cargando media docena de núcleos, ese loco se movía con destreza por el hielo. Así de agobiantes eran las cosas antes de…

—¿Antes de qué?

—Antes de… Eso.

Jason dejó de hablar un momento. Su vista se desviaba hacia un horizonte más allá de la habitación en la que nos encontrábamos. Era el hombre mirando hacia el sur austral, volviendo a mirar su propia caída hacia el vacío. Ese muchacho de manos temblorosas y porte decaído recordaba con cada movimiento de su cuerpo el frío de la Antártida. Su cara se fruncía como si todavía sintiera el hielo raspándole la cara y los gritos de Jack cuando ocurrió “eso”.

Este “eso” todavía indefinido para Jason sucedió en el atardecer ártico, cuando ya habían perforado 8 metros de hielo. Momentos después de que Jack le encargara la misión de continuar perforando: “Hazme el favor de que no se mezclen los núcleos o el jefe me cortará la cabeza, ¿quieres?”. Recordar esas palabras decisivas todavía ponen a este muchacho en una posición de alerta.

Jack era el único capaz de hacerle frente al bravo de Jamie. Una figura paterna desde que llegaron a la plataforma. Con él estaban todos a salvo, era una resolución con patas. Las soluciones moraban en su mirada de decisión, ojos grisáceos que te disponían a toda orden. Un hombre de acción, que acata y cumple.

Cuando ocurrió “eso”, Jason todavía recordaba la calidez y humildad que Jack poseía para pedirle algo. “Era… ¿cómo decirlo? Le parecía lo mismo hablarle al jefe que a mí”, rememora, buscando las palabras. Continúa mirando hacia el sur. Siente que no puede evadir más el tema, Jason ha tomado una decisión. Deja de temblar, toma aire, pero todavía no me mira a los ojos. Quiere sobrepasar el “eso”, quiere definirlo. Medita un momento, y vuelve a sostener mi mirada. 

—Todos escucharon el crujir del hielo y se acercaron adonde estaba yo con la perforadora. Jamie insultaba pero ya no lo escuchaba. “¡Yo no hice nada!”, grité. Seguro debí haber sonado como un niño llorón que ha roto algo. No tengo la culpa, lo sé. Pero el niño ya había destrozado todo Larsen B y ahora se estaba desmoronando. Me sujeté con todas mis fuerzas al hielo. Jack no paraba de decirme que resista, que aguantara un poco más. Eso me permitió aferrarme y mis compañeros me pudieron levantar. Les debía la vida, tanto a Jack como al cascarrabias de Jamie. Para estas alturas, la tierra se estaba separando y todos los núcleos se encontraban del otro lado. Resultados incalculables de la expedición se hubiesen perdido de no ser por la hazaña de Jack.

Las fauces del hielo comenzaron a abrirse cada vez más profundo. Era una hielera gigante repleta de cubitos rabiosos, que establecía una frontera pálida entre los científicos y sus resultados. Jack no lo pensó dos veces, saltó una vez y agarró todos los núcleos que pudo. Jamie, desde el otro lado, lo veía sin esperanzas de un segundo salto: “¡No lo lograrás! ¡Deja esos núcleos y ven aquí!”.

Ni Jason ni su jefe pudieron articular otra palabra, otro gesto. Jack dio su gran salto adelante, el salto de su vida. Un saltimbanqui sobrecargado de núcleos que aterrizó triunfante sobre el otro lado de la frontera. Los tres hombres se miraron con alivio y creyeron que estaban a salvo. Pero el hielo cedió y casi se llevaba consigo a un Jack agotado por su esfuerzo descomunal. Fue este momento donde Jason pudo devolverle el favor al hombre que también “lo volvió a traer a la vida”. 

Antes de que cediera completamente el hielo, alertaron a otras plataformas y se resguardaron en un bote salvavidas. Los núcleos estaban a salvo y nadie podía dar crédito de lo que había ocurrido.

Jason recordó que todos estaban callados en el bote, esperando que un rompehielos los fuera a rescatar. Jamie apenas refunfuñaba. Nadie podía procesar todo lo que ocurrió en cuestión de minutos, era un desastre enorme imposible de controlar. Al final del día, esta era la forma en que lo recibió la Antártida. A lo lejos divisaron que se acercaba el rompehielos. Jack le preguntó a Jason si vendría para la próxima expedición. Antes que tomarlo por un loco, el muchacho afirmó que sí con entusiasmo. Al volver a Nueva York, decidió que contaría la hazaña del gran Jack a todo el mundo. Que comenzaría a entrenar, a practicar los saltos de Jack (para emergencias). Que empezaría a decidir por su cuenta, porque ya no era el mismo hombre de antes y todo estaba en orden ahora. 

But it's all right now, in fact, it's a gas! But it's all right. Im jumpin’ jack flash. Its a gas! gas! gas!

(un ejercicio pa' la uni sobre la peli que no ví "El día después de mañana") 

lunes, 30 de enero de 2017

Lloronas y luces

Autoservicio Noé es de esos lugares que de tan a mano que te quedan se te desbaratan las ganas de ir a comprar. Su nombre no es de ningún hijo, de ningún dueño. Lo hereda de un perrito terrier muerto hace varios años. El amo del finado era el loco de Javier, un loco de mierda, o “loco re mera” (sic).
El enérgico e impávido comerciante, mentirillas cazador de aves. Capaz de manejar un camión hasta Tucumán, cargar mercadería y volver fresco a base de hojas de coca todo en un día y una noche con tal de abastecer el Noé. Capaz de unas inexplicables euforias que le llevaban a bañar a su Noé perro con esas espumas de carnaval (de una composición misteriosa) y limpiarle su gris pelaje sin que el can rezongara una sola vez. Capaz de llorarlo a moco tendido y más que a la madre, a ese perro por el cual nadie daba dos pesos y cuya muerte era de esperar luego de tantos años espumosos, un Noé fulminado en un presunto asesinato, lo más incurable. Noé derrotado en la entrada de ese otro Noé que crecía grosamente con la visita de clientes de localidades cada vez más lejanas. Amén de sus módicos precios.
De Noé quedó su arca y una publicidad en la radio municipal. Se lo anunciaba como El gigante de la economía, un título dudoso porque solo era un almacén con mucha suerte y un mentiroso al mando que no paraba más. Lo interesante son los mitos que surgen en la espera de conseguir la carne de cada miércoles: extensas colas, vecinos impacientes, toda la calle infestada de vehículos, quizás esa misma fiebre de exasperación hacía que las vecinas del barrio dejaran de lado los chusmeríos burdos para pasar al terror de lo desconocido. De lo que resbala a la vida de pueblo y lima la fe de los ancianos compradores.

“Hay una nena llorando por la cancha de Racing”. Listo, plantado el mito afloran los moradores ocultos típicos de cada pueblo rural. Viejas comunidades clandestinas que calcan la vida de “los vivos” con tal de hacer sus vidas un poco más civilizadas, aunque el resultado sea una cotidianeidad estéril.
Desde que una luz mala que hacía las veces de intendente (a tal punto llegan…) decretó una ordenanza para que lloronas y luces malas establecieran la paz desde la pedantería humana, las costumbres y los instintos de estas criaturas se amansaron. Todo un viaje. Sus almacenes y plazas se superponen en ubicación con los nuestros (a falta de ejemplos…). Y como una luz mala loca como la mierda también copia los módicos precios junto a las colas de clientes, algunas lloronas terminan escuchando el rumor de la nena. Porque en algo hay que ocupar esos poderes que antes servían para atemorizar gauchos y ahuyentar caballos, y eso es parar la oreja cuando hablan las señoras…
El caso es que las lloronas lo escuchan indignadísimas. Es que a la madre de esa lloroncita ya le habían recriminado tiempo atrás que por más incorpóreas que sean las carnes del llorón… que pare la mano, que no sea tan forra, que cómo se pueden dejar los hijos al cuidado de las luces malas que pululan por el estadio. Luces picantes que ante el mínimo llanto se desconcentran y empiezan a bombardear la platea de pelotazos con tal de que la nenita de los llantos se las tome.
La madre llorona, que también aprovechaba las ofertas del almacén mientras cagaban a pelotazos a su hija, no la vió venir cuando una tropa de lloronas la empujó hasta sacarle su privilegiado segundo lugar en la fila de la carnicería. Sin creerse menos, atropelló una, dos, tres veces contra la tropa que en formación muralla la hizo rebotar a la madre hasta la cancha del club, reventando ventanas ajenas y gatos humanos a su paso.
Las luces malas futbolistas que en en ese momento estaban de práctica creyeron que aquel bulto en medio del campo era otro de esos ingeniosos dispositivos del entrenador pitufo para medir la fuerza de sus pelotazos. La llorona madre estaba furiosa, a fin de cuentas caerse de culo y medio noqueada por el envión, llamar a los gritos a una hija sorda de tristeza que ni tronco de bola y que las luces encontraran en ese griterío un nuevo cantito para la hinchada, no es algo para enorgullecerse. ¡Le robaron los derechos de autor y todo!
Así eran los rumores bobos de estos seres…

También solían condimentar esa vida artificial quejándose como personas. Una noche de diciembre, mientras las luces malas armaban un arbolito de Navidad hecho de fierros y luciérnagas, una llorona observaba consternada desde un banquito de la plaza. ¿Quién entiende a las luces que colocan luces? Inexplicable que no se cuelguen ellas mismas de los barrotes, cuando alumbran más que cualquier foco chino, que cualquier luna. El problema era que esa pregunta la estaba formulando yo mientras la llorona seguía alunada por semejante estructura lumínica. Prende, apaga, vuelve y revuelve el árbol entre el on y el off.
En la radio municipal, una luz mala locutora no veía las horas de rajarse. Era noche de mensajes románticos y de luz busca pitufo, 30 a 40 años, auto y disponibilidad las 24 horas, teléfono… Y faltaban minutos para que sean las 22, podía aceptar un llamado más. Estaba generosa con esos poetas aburridísimos, era regalar su tiempo infinito por esa tradición navideña.
Hizo una seña a la llorona operadora y la luz mala recibió a su oyente con un meloso saludo. “Buenas noches, ensueño. ¿Qué desea tu pasión esta noche?”. La voz oyente primero se retuerce, después suspira, y calla. Logra un silencio abismales segundos en pleno aire, dejando crudo el smooth jazz de cortina. “¿Ensueño?” pregunta la luz mala locutora, conteniendo los nervios, ganando carrera para las diez de la noche.
Un torrente de palabras y lágrimas fluía ahora por la frecuencia modulada. Era la llorona del banquito, que entre balbuceos y chirridos hacía pública su preocupación por el árbol navideño de la plaza. Reclamaba que a la municipalidad le cabía la responsabilidad de un cortocircuito ante esas inseguras luciérnagas que titilan o si en un descuido alguna luz mala adolescente quedaba pegada a la corriente si osaba colgarse del árbol. Aunque esto último era algo que la llorona deseó desde un principio.
La luz mala locutora no entendía un pomo pero le pidió a la llorona operadora que grabara la llamada, hizo la seña rápido y se evaporó del estudio. La operadora se comía las uñas y puteaba bajito: “¿Y ahora como cierro el programa, luz de mierda?”.
A la mañana siguiente, el árbol seguía impasible en la plaza. Los días posteriores, la radio repetiría esa llamada tan estúpida por pedido de los oyentes, agraciados con tanto alarido. Se usaría para rellenar la programación o por pura maldad, quién sabe. El porvenir de la llorona alarmista quedó cubierto de vergüenza y dejó de ir a la plaza los meses de diciembre por recomendación del médico.

Pero más peligrosos eran los espíritus que aprovechando la ordenanza copiaron los vicios humanos del robo y el vandalismo. Hace poco capturaron a una bandita de luces malosas y cuatreras. Lo grave del asunto no era que estas luces pretendieran una moneda fácil entrando en el mercado negro de la carne equina. Lo peor era el reguero de tripas que dejaban a su paso, y siempre de pobladores humanos. La causa era algo elemental: la dimensión. Les costaba horrores medir espacios físicos, estas atrevidas cometas no tenían respeto por nadie y gustaban cortar camino atravesando paredes y transeúntes indiscriminadamente. Cuando te da un golpe de frío en este pueblo, no te asustes, es alguna luz mala que embiste a medio mundo con tal de llegar a tiempo para el partido de waterpolo enano.
La cuestión es que a esta bandita de luces se les ocurrió enceguecer a todos los caballos de la ruta para guiarlos hasta un camión ubicado de manera estratégica. Y como eran testarudas para aprender física a diferencia de sus pares futbolistas y ornamentistas de árboles, varios motociclistas humanos terminaron hechos brochette de caballo. Puede que muchos lo tengan al caballo como un animal de pocas luces. ¿Pero vos qué harías si te bañaran con bengalas? El bicho no tiene la culpa y las muertes humanas no le quitan el sueño a nadie en el mundo que respira a la par nuestra.
Una vez una luz mala cuatrera cruzó la ruta sin ver que un motoquero humano venía de frente. El frío le escarchó el corazón y las venas en segundos. Cayó muerto a pocos metros sobre un montón de arena. Las luces, que ya estaban acostumbradas a disfrazar estos accidentes sobrenaturales rellenando los cadáveres de alcohol, se habían quedado sin reservas de vino para este hombre. Era hora de improvisar.
La luz líder decidió que toda la banda capturara palomas en la plaza principal lo más pronto posible, y si estaban vivas, mejor para los fines. En 15 minutos liquidaron todos los nidos y tenían tantas ratas con alas como para comer por un mes. “Bueno, ¡ahora a golpear las aves contra el pecho del fiambre!” dijo la luz líder y pidió que todas hagan fila.
Se iban turnando como quien juega a embocar el aro, una palomita por vez y el jefe decidía a la ganadora. La bolita de plumas no debía reventar y su tamaño debía coincidir con el pecho del tipo. Después de una docena por cada luz, quedó seleccionada una paloma blanca, por su condición de chivo expiatorio irónico, perfecto para las bobadas de significados a los que apelamos nosotros los humanos.
Una la tomo por las garras y ¡pum! ¡Al pecho ya morado del hombre! Se sentían astutas, reinas del simulacro; eludieron al forense que se comía el verso de la paloma blanca, con laurel y todo. Los repetidos picotazos también funcionaron como picahielos, de esta manera lo de la sangre escarchada quedó tapado. Podrían haber seguido robando caballos de no ser porque la ausencia repentina de palomas fue denunciada por las lloronas ancianas que siempre les daban de comer.


Los rumores de fantasmas afloran estas cosas que siempre mistificamos, por temor y sin ahondar mucho. Aunque se difuminan cuando el loco del autoservicio de Noé anuncia la llegada del camión de frutas y verduras. Cuando la fila por fin avanza y vos te tenes que apurar en pagar porque ¿vos no ves que otros también quieren comprar?

jueves, 5 de enero de 2017

El primer atentado

El Pollo llegó a la casa de mis tíos en pleno almuerzo, estábamos comiendo pizzas y otras sobras navideñas mientras se discutía si los langostinos eran animales sabrosos. Mi viejo los defendía como un manjar, y para peores en la tele pusieron Cocineros Argentinos, que sugerían el tema de nuestra charla; los Cocineros fritaban todo a su paso: cornalitos, rabas, la paciencia para aguantar ese olor que nos trae el recuerdo a los platos de langostinos que jamás intentamos comer en mi casa, fritar por fritar, la mesa ya pedía pasar a otro asunto.
Por puras ganas (o simples vicios del oficio), El Pollo, desganado integrante de la División Investigaciones de la policía catamarqueña, pasó a relatar resumidamente algunos crímenes que ocurrieron en la provincia. Uno de esos casos resaltaba, no por ser intrincado, ya que tuvo una resolución simple, y tampoco por exceder los límites (siempre hasta las manos) del morbo aceptable en la mesa, el hecho sobresalía por ser pionero en la materia de explosivos. El Pollo reconocía que esto que los diarios locales definieron como "el primer atentado en Catamarca" era una novedad para ellos, acostumbrados a los asesinos más convencionales, el trivial puñal y los balazos de cada día. Por este motivo en particular, reconstruyo lo que nos contó el Pollo sumando los datos que se desperdigados por la prensa.   
Hagamos memoria, el mediodía del lunes 23 de septiembre de 2013, en el departamento de Santa María, María Justina Flores y el remisero Nery Ángel Santos son desintegrados por una bomba casera. María era del pueblo Los Nacimientos, en el departamento de Belén. Ella llegó en remís a su propiedad en Santa María (vuele con todos los santos, María) y, con el deseo de retirar algunas cosas del lugar, abrió el garage mientras Nery esperaba. Adentro se encuentra con una caja de herramientas colocada inocentemente en el baúl de su auto, como si fuese una caja que hace las veces de okupa en una casa ajena. Al parecer, María la levantó, porque una caja tan desubicada no podía andar en su baúl y che esto no es mío, quién te dejo acá, metida, y otros pensamientos que te haces cuando no te acordás de haber dejado eso en el auto, y ocurrió lo esperable por nosotros, lo que quizás María no pudo intuir en ese momento donde numerosos pedacitos de hierro le reventaron la mitad del cuerpo. Nery, si bien estaba un toque más lejos, también salió afectado por la explosión, que le arrebata los ojos y después lo estruja de muerte con sus esquirlas. 
¿Una bomba? No, una salida de gas, alcohol de más en la parrilla, pero una bomba... y en Santa María, de todos los lugares... No pensamos en grande, el accidente doméstico confunde, diluye la emoción al principio. Se superpone a la posibilidad de un atentado, porque si quiero reventar algo, por lo menos apuntar hacia algún intendente perezoso en sus funciones, hacia algún ricachón corrupto, de esos que abundan en la región, no a una Flores cualquiera. 
Igual, El Pollo termina desechando misterios, expectativas y giros bruscos: el culpable es el yerno de María, César Rodríguez. Lo detuvieron en pocas horas, primero demoraron a la hija de María, una menor para ese momento, y después a César, quedando los dos en la comisaría de Belén. César, de 35 años, era empleado de una mina en Farallón Negro que mantenía relaciones con la menor de 16 años. Al parecer, todo se desencadena porque la piba estaba embarazada, César se entera que la madre quiere que aborte y asi, una relación que ya estaba en mal camino, desembocó en este punto muerto, en esta zona cero. Pero lo más probable es que la bomba estuviese destinada para su novia, aunque al final fue la suegra quien la recibe. 
Me molesta que el diario El Ancasti diga que "el caso de la muerte de Flores y Santos ventiló una historia de ribetes pasionales", que Catamarca Actual hable de un "conflicto pasional". No por que el término "femicidio" fuese desconocido para el 2013 o en boca de todos bien entrado el 2015. Si no porque no me cierra que la idea de crimen pasional motive una operación tan sistemática, tan operativa como esta. Es imposible que César Rodríguez se pueda escudar en un no sabía lo que hacía, estaba fuera de mí, perdón, giladas que pasan cuando andas ebrio de amores. 
En un allanamiento a la casa de Rodríguez encontraron bosquejos de la bomba y unos cuantos explosivos más, entre algunas cajas de herramientas (y dale con las cajas), como para armar un par de bombas más, por las dudas la novia se salga con la suya en el primer intento. El Pollo se sorprendía de cómo un simple operario tuviese los conocimientos para trabajar con explosivos y no morir mientras los manipula. Es difícil, desde acá, calcular cuánto sabe César sobre explosivos, y no es un detalle menor que la bomba se detonara por el peso, por un click que suene cuando queres mover lo que no es tuyo y al final te despoje de todo. Lo que sí sabemos con seguridad, es que César tenía acceso a los explosivos en la mina. Por este hecho, el abogado de las víctimas, Carlos Paz, habló en el 2015 para hablar sobre la demanda a Farallón Negro por su implicancia en el caso, por el pobre control que tenían sobre los explosivos. Según El Pollo, César declaró que la dinamita estaba a la vista de todos, que simplemente los sacó y ya.
Después de relatar el caso, se habló un toque más sobre el inevitable tema de la inseguridad, que es un tema que hace entrar a toda charla en un bucle sin gusto, como los langostinos supongo. Lo último que se sabe del caso sobre el primer atentado con bomba y muertos en Catamarca (que se conozca, que sea de actualidad), es que esperaban el juicio para fines de abril de 2016. Y después, zona cero de nuevo. Resulta complicado, poco convincente, que un hecho tan al pasar como este, con el correr atronador de los años, llegue a ocupar unas líneas en alguna efeméride sobre Catamarca, en algún relevamiento de datos sobre femicidios en la provincia, en algo más que un cuento que los policías narren exageradamente para asombrar a los hermanitos más chicos. Es hora de la siesta. 

viernes, 12 de agosto de 2016

Atlas

Un atardecer rebobinado, reventado de recuerdos, es la carga de tu espalda. Ahora que sos el ahora más que nunca, sos la infancia que se desangra sobre las barras (la de ayer, la del bar; y la espaciadora de hoy, la que vive injerta sobre tu teclado). 

Has llegado tarde a este mundo redescubierto. ¿Recorres las playas cuando no tenés más? ¿Variaciones del fucsia te atacaron en tu paseo dominical? Tu bitácora de explorador nocturno ya es reliquia sobre mis manos, tus mapas no sirven más. Monumentos a una década que no fue nuestra, ella comprimida en unos lentos interminables.

El living solitario y ese canal de TV que no todos recordamos, suaves locutores sobre tu escritorio. Salís de casa y es un portal de un vacío hacia otro. Soñás que las vidas también tenían algo de one-hit wonder sometido. No cambias por nada esos veranos, escatimas en formas de innovar. La mente se olvida entre arcades cristalinas y las discos bioluminiscentes. Sólo acopla esta nueva tendencia: tu nuevo atlas de medicamentos y farmacias. 

Te agota, pequeño titán, respirar cerca de estos rascacielos acribillados de luces y lásers. Observás el murmullo de tu cuerpo. Son tus pasos de baile clínicos pero vertiginosos, hasta la convulsión que sube. Mecido en un haz comatoso, a la deriva picaresca del tiempo. Otro despertar, la fila para entrar, tu cabellera, el DJ, la humareda. Te comenzás a mover.

Abre la retro disco sobre tu ACV.
FM-84 - Atlas

domingo, 7 de agosto de 2016

Dom 30

[Un bloque final de ofrendas]

Recorridos todos los tugurios / Desdoblados / Como el drone más vivo
Oh, nubosidad variable / Rematado el alevoso / Doblegados
Derramados / Haz medular mis odas / Resquemor cierrafácil

[Me ofrecí a la serendipia de esta villa mensual y mental,
que es la nada (in)valiente, preámbulo constante]

Algo culminó, pero no es esto

sábado, 6 de agosto de 2016

Sab 29

Nimiedad parabólica
abalanzada sobre nosotros:
apoyo totalmente la solemnidad de aquellos que,
desterrando dogmas y complejos,
siguieron la senda de la mediocridad;
sin los irresaltables,
¿qué sería de tus laxos logros?

viernes, 5 de agosto de 2016

Vie 28

Muerte al que pida pensar en el otro
que por demente, no invada mi unidad

Un vacío sanguíneo,
gran detractor asumido,
es crónica de su propio ser
olvidada o dada vuelta.

Si el hay no vive,
¿adónde te persiste?

jueves, 4 de agosto de 2016

Jue 27

que te cueste la virtud
pero que más te cueste erradicar
toda la virtud que renazca

no sobrevive ningún blues subterráneo
ese ataúd jamás compuesto
erección no regida

cuando drenes esta creación absceso,
la herida de tu esencia:
(la) miseria
la vos
la yo