viernes, 24 de junio de 2016

Piba/Pibe

La infancia y la hormona. No puede ser que hayamos sobrevalorado tanto a esas épocas de inocencia. Los viejos lo reconocen al correteo de esos humanos enanos, lo llamaban el “andar chivateando”. Hoy convertido en baluarte de tiempos mejores, un chupeteo del idiota que creció sin la atención necesaria y la vive llorando. El andar chivateando fragmentado, destetado por la inmadurez adulta.

Una adultez cachorra, un control de daños. Cuernear al pibe con la piba, cuerpo a cuerpo blanquecino. Transgredir desde el seno de un rudo boylover. Es todo intercambiable, lo podemos negociar. Y de cara al pabellón, la complicidad del vacío, del susurro.

Dos puñales emergen en distintas direcciones, en penetraciones paralelas. Hay un placer generacional: un viejo clava el puñal en el adulto que mata la inocencia del crío andrógino penetrado (reniego del género, del meterle equis o arroba). Veo que siempre hay algo que se pierde, algo tangible o no, en ese lindo escalonamiento de la madurez.

Aphex Twin – Girl/Boy EP

No decir el mal

“Lo más importante es el estilo”. Con estas frases prefabricadas se puede subordinar a cualquier individuo. A cualquier sebo de hombre. 

Hierve como animal, Genio. Andás tallado por tu propio estilo, una víscera de datos que te hacen lo que sos. Una hamaca cuya diversión la traen los de afuera, los que aplastan el orto en su asiento (en su ser-asiento) e impulsan al Genio de la arena triturada hacia el aire. Pero como lo importante es ser un manjar de estandartes express, la hamaca jamás desciende.

Los sentados, nuestros apoyos del pasado, jamás hacen pie en nuestro modelo terminado. El niño se desnuca cuando no puede volver a la tierra, a su coherencia propia. Es demasiado tarde cuando entiende que el juego ya no es suyo. La tabla que lo sostenía vivirá izada por una personalidad fuera de control. 

Le pasó a todos los padres, entran en el juego del crear. Abandonar, dejar picando al estilo y seguir otro camino: sacudir a sus hijos tabla rasa -tabla maligna y sin rasgo- hasta difuminarlos en una actitud, en un arquetipo de occidente. Sin saber que jamás se sabe el resultado final. Los padres elegimos la fractura mortal sin mayores altibajos. 

Es un poco indecoroso, será genio pero no está a más de dos metros de altura. Creído. Succionado por y para la actuación de sus semejantes. Es otro espíritu con grasa humana que arroja sus virtudes sanguinarias a cada historia de vida, a cada discusión política entre mesadas y valles de café. Estilo estéril, un organito que convive dentro del genio, secreción de lo que podrías llegar a ser. 

Ser antes que caer en palabras maniquí, signos en desuso.
“Hay que tener actitud, hermano”.

Wayne Shorter – Speak No Evil

viernes, 3 de junio de 2016

Inundación

I
Cada amanecer es un vicio. Y hoy el tumulto va... ¿Va? ¿Pero va plausible? Digo, hoy me dijeron que había una lapidación alegre. Así que como me dijeron que sería alegre confirmé mi participación. No es que me gusten las sentencias ni nada. Pero quería saber como es una lapidación la más alegre condena.
Así que ahora estamos en la plaza, eh. No se siente juguetear, parece un dictamen, vos sabes como es. No todos llevan látigos ni piedras en las manos para el condenado. ¿Llevan algo para apalearlo? Tal vez me confundí y ahora eligen sus narices. Sí, creo que lo entiendo. Vamos a posarnos en ronda sobre ese tipo y le vamos a sacar todo el aire a su alrededor. Y todos estamos en diferentes rondas esperando nuestro turno. Algunos hasta han besado a ese hombre, se lo ve calmo. Muerte por mil afectos, o algo así.
Se me hace raro estar oliéndole el pelo a un hombre. Nunca lo hice ni con mi padre ni con mis hermanos. Somos como una docena de aspiradoritas que asfixian a este hombre. Tal vez algunos le estén haciendo cosquillas. Me cuesta oler, este señor tiene caspa. Oigo pasos y pasos. Hay tantas narices apretujadas en este hombre que hasta me cuesta respirar a mí. ¿Así es la lapidación de las narices? No entiendo nada si no lo veo, y ahora menos porque no escucho.
Tropecé ante tantos respiros, que cuando me dí cuenta estaba lejos del hombre pero sumido en ese oleaje de narizotas verdugas. Se oían fuertes, pero el hombre... Luego de un rato todos se dispersaron, y muy colorados de piel. Pero el hombre... yacía violáceo sobre el suelo de la plaza juguetona.
II
Requiero de una botellita de mañas. Otra de ternura y otra de sudores. Haz mi testamento y partiré mañana tan temprano, tan temprano que me dolería pensar que te estoy dando una responsabilidad grande. Que me sienta imantado al recuerdo y entonces me vaya sin nada de lo que yo te haya pedido. Y tal vez ahí se encuentre mi amabilidad a la hora de las culpas. No soy engranaje, no.
No me quiero abstener, mañana jugaremos en la plaza. Mañana oleré a esos hombres cansados. Tal vez... voy a rasgarme a cada laborioso y entonces no deberé sentir el arrepentir sidoso. De esos que sé bastante, no los detendré con mañas que los obliguen a volverse al día a día; no me rociaré de ternura para engendrar piedad; no necesitaré ya de imitar mi propio sudor. Sí, sudor, sí. Porque todos me prestarán el suyo. Y voy a estar en ayuno. Y voy a alimentarme con lo que sea que me den sus inexpertas narices. 
Basta con eso y que te olvides de lo que dije. Así no lamentaré nada. ¿Viste? Que no hará falta testamento. Porque mañana todos van a escribirme uno por vos.
III
No divinizaré a la vida de esos jueces inventarios de su propia fantasía. La ablación mental me permitió ser gentil sobre los hechos. Él me permitió la inundación y yo le permití ser asesino. Y decidí no invocar a ningún animal para que hablara. Sólo me abandoné.
Le llovieron juicios y cascadas y él se tragó todo. Y era un espectáculo observar eso. Como se tragaba cada puteada por mí, y yo cascarón viviente a pesar del bárbaro crepitar de aquellos que jamás lo conocieron. Yo a pesar del triunfo del que grita que ganó. A pesar como todos los pesos muertos. Puedo gritar tan feliz y poco desafiante como aquel que te libera y es condenado a farfullar contra su naturaleza. La introspección no tiene que vibrar. Si demuestra fuerza no es que jamás ceda. Si está quieto no es que jamás se movió.¡No vale increpar! Dulces sebos tormenta. Que hoy el paraguas se abrirá para el más invencible e intangible. ¡Hurra! ¡Hurra!
Y veo una estrada que conduce al inundador a su inundación. Como la goza al repetir sin defectos todo proceso. Y el juicio desaprobante festeja. Vil hinchada. Tronemos y destronemos juntos, inundador sereno. A sentir feliz el vacío, que de mí, se lo culpa...
IV
Lejos quedó el gorgoteo sublime de tres. Es una pena que hoy, sea el cuarto gorgoteo. Singular. Que pretende decir algo más, relacionado al crimen del inundador. No llevo un historial de lo que hago ni de lo que debo. Y es una chota hablar, hacer ruido, generar espacio en la plaza, el dormitorio y el tribunal. Tener que ocupar algo de lo que ya se ocupan otros.
Tener que desgranar la coyuntura. Yo no puedo más que menos. Si sos el cero, ¿a quién miro comatosamente hasta el cansancio? Soy silencio sin serlo, por ello tampoco soy ruido. Y la puta madre, dualismo, solo servía para ayudar al que inunda el todo de los demás.
El que inunda: mi padre, mi rey. Tecleaba por siempre sobre su pelo finísimo. Se sacaba uno, lo tomaba de las raíces y le fascinaba su irregularidad. Hoy soy el eterno, y él, que quería eso, sedujo para convertir y convertirse. Y lo mejor es que mi abstracción blanda no existe. No existirá. Y tal vez hasta otro que se avive (y acá dejaré de hablar para desconvertirme y volverme a como soy), ya batiré de nuevo ante la bondad de aquel que llena. Que me nazca y me convide. Como buen vacío, a la materia motor doy.
Boris  Flood
Circa 2013