viernes, 3 de junio de 2016

Inundación

I
Cada amanecer es un vicio. Y hoy el tumulto va... ¿Va? ¿Pero va plausible? Digo, hoy me dijeron que había una lapidación alegre. Así que como me dijeron que sería alegre confirmé mi participación. No es que me gusten las sentencias ni nada. Pero quería saber como es una lapidación la más alegre condena.
Así que ahora estamos en la plaza, eh. No se siente juguetear, parece un dictamen, vos sabes como es. No todos llevan látigos ni piedras en las manos para el condenado. ¿Llevan algo para apalearlo? Tal vez me confundí y ahora eligen sus narices. Sí, creo que lo entiendo. Vamos a posarnos en ronda sobre ese tipo y le vamos a sacar todo el aire a su alrededor. Y todos estamos en diferentes rondas esperando nuestro turno. Algunos hasta han besado a ese hombre, se lo ve calmo. Muerte por mil afectos, o algo así.
Se me hace raro estar oliéndole el pelo a un hombre. Nunca lo hice ni con mi padre ni con mis hermanos. Somos como una docena de aspiradoritas que asfixian a este hombre. Tal vez algunos le estén haciendo cosquillas. Me cuesta oler, este señor tiene caspa. Oigo pasos y pasos. Hay tantas narices apretujadas en este hombre que hasta me cuesta respirar a mí. ¿Así es la lapidación de las narices? No entiendo nada si no lo veo, y ahora menos porque no escucho.
Tropecé ante tantos respiros, que cuando me dí cuenta estaba lejos del hombre pero sumido en ese oleaje de narizotas verdugas. Se oían fuertes, pero el hombre... Luego de un rato todos se dispersaron, y muy colorados de piel. Pero el hombre... yacía violáceo sobre el suelo de la plaza juguetona.
II
Requiero de una botellita de mañas. Otra de ternura y otra de sudores. Haz mi testamento y partiré mañana tan temprano, tan temprano que me dolería pensar que te estoy dando una responsabilidad grande. Que me sienta imantado al recuerdo y entonces me vaya sin nada de lo que yo te haya pedido. Y tal vez ahí se encuentre mi amabilidad a la hora de las culpas. No soy engranaje, no.
No me quiero abstener, mañana jugaremos en la plaza. Mañana oleré a esos hombres cansados. Tal vez... voy a rasgarme a cada laborioso y entonces no deberé sentir el arrepentir sidoso. De esos que sé bastante, no los detendré con mañas que los obliguen a volverse al día a día; no me rociaré de ternura para engendrar piedad; no necesitaré ya de imitar mi propio sudor. Sí, sudor, sí. Porque todos me prestarán el suyo. Y voy a estar en ayuno. Y voy a alimentarme con lo que sea que me den sus inexpertas narices. 
Basta con eso y que te olvides de lo que dije. Así no lamentaré nada. ¿Viste? Que no hará falta testamento. Porque mañana todos van a escribirme uno por vos.
III
No divinizaré a la vida de esos jueces inventarios de su propia fantasía. La ablación mental me permitió ser gentil sobre los hechos. Él me permitió la inundación y yo le permití ser asesino. Y decidí no invocar a ningún animal para que hablara. Sólo me abandoné.
Le llovieron juicios y cascadas y él se tragó todo. Y era un espectáculo observar eso. Como se tragaba cada puteada por mí, y yo cascarón viviente a pesar del bárbaro crepitar de aquellos que jamás lo conocieron. Yo a pesar del triunfo del que grita que ganó. A pesar como todos los pesos muertos. Puedo gritar tan feliz y poco desafiante como aquel que te libera y es condenado a farfullar contra su naturaleza. La introspección no tiene que vibrar. Si demuestra fuerza no es que jamás ceda. Si está quieto no es que jamás se movió.¡No vale increpar! Dulces sebos tormenta. Que hoy el paraguas se abrirá para el más invencible e intangible. ¡Hurra! ¡Hurra!
Y veo una estrada que conduce al inundador a su inundación. Como la goza al repetir sin defectos todo proceso. Y el juicio desaprobante festeja. Vil hinchada. Tronemos y destronemos juntos, inundador sereno. A sentir feliz el vacío, que de mí, se lo culpa...
IV
Lejos quedó el gorgoteo sublime de tres. Es una pena que hoy, sea el cuarto gorgoteo. Singular. Que pretende decir algo más, relacionado al crimen del inundador. No llevo un historial de lo que hago ni de lo que debo. Y es una chota hablar, hacer ruido, generar espacio en la plaza, el dormitorio y el tribunal. Tener que ocupar algo de lo que ya se ocupan otros.
Tener que desgranar la coyuntura. Yo no puedo más que menos. Si sos el cero, ¿a quién miro comatosamente hasta el cansancio? Soy silencio sin serlo, por ello tampoco soy ruido. Y la puta madre, dualismo, solo servía para ayudar al que inunda el todo de los demás.
El que inunda: mi padre, mi rey. Tecleaba por siempre sobre su pelo finísimo. Se sacaba uno, lo tomaba de las raíces y le fascinaba su irregularidad. Hoy soy el eterno, y él, que quería eso, sedujo para convertir y convertirse. Y lo mejor es que mi abstracción blanda no existe. No existirá. Y tal vez hasta otro que se avive (y acá dejaré de hablar para desconvertirme y volverme a como soy), ya batiré de nuevo ante la bondad de aquel que llena. Que me nazca y me convide. Como buen vacío, a la materia motor doy.
Boris  Flood
Circa 2013

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