miércoles, 30 de octubre de 2013

Insignificancia migrante

Esh teshrrible:
"Incontables cantidades de buques prendidos fuego caen moribundos sobre Naked King y arrasan contra la mitad de la población moribunda de Naked King mientras todos los zorzales metálicos se iban apagando y se queman y dejan los habitantes (de la Naked King Locality) en moribundas moribandadas a la localidad de Naked King, arrasada por los incinerados (y moricidos) buques incinerados...".
Mi memoria pudo contener esa frase descolocada. ¡Medios fétidos! Yo no soy ese buque, ese, ese. Por todas las cosas que detesto ese medio enmarcó mi clímax, mi auge existencial, en una noticia. Impensable catarsis es leerme en ese título desiformante. Fue título, ¿no?

Me olvido de ser un transporte marítimo para ser chatarra celeste, sí, esta en ese odioso medio rugoso mentirles a los habitantes en bolas. A ese diario lo miman mucho, arquitecto moral. Nos dice a estas cascadas de acero que somos el odio, al Rey Desnudo le vendieron odio + rebuscamiento del hombre. Lo van a destrozar anímica + analmente. Analnímicamente. Por nombrar zorzales. ¿Significan algo? Por vigilante. ¿Ese rey es algo? Por decirme vigilante. ¿Yo? ¿Algo? Y decirme incontable sinuoso, a la comprensión no la va a atrapar nadie. Yo, vigilante (de la incongruencia). Re bonito el revoltijo armado.

Un idiota mi auge, rey revestido. Esos pequeños holgazanes salieron de sus escondites cuando cayeron al mar de tierra. A mi me comieron la garganta, ratoncitos de incongruencia. Ese buquemado camina zumbante al habitante desnudo. Mar visible. Vigía consciente. A los papeles de la ciudad cenicera los van a comer. Los siento corretear por mis mangas, porque puedo sentir, puedo salir a sentir sus patitas hilvanando calor, puedo salir a decirles a los migrantes si conocen lo normal. Pueden preguntar. Entrañable bicho peludo lleno de razón, si vos concedes un camino para ellos y su rey universal. Y si esa ternura de hacer crecer árboles de chocolate amargo se traduce en mordisquear sus genitales expuestos, bienvenido. Moricidos todos. Las criaturas chapotean en lo que los demás creen conocer. En lo que más conocen, ¡en lo que más creen! ¡Ruge el sigilo y Naked King: población cero! Y para mañana el diario no va a dejar de salir, y lo va a redactar otro informante. Y otra vez, ¿nadie vio a la comprensión escapar? Viga maestra... El diario jadeante lo reviven viandante. Los buques se levantan y ahora migran a otro pueblo dulce. Dulce viga maestra... ¡Buen provecho! ¡Hasta mañana!

Mauro Varela

viernes, 18 de octubre de 2013

Juntos somos extraños (segmentónirico)

Si pudiese ordenar y recapitular tantos sueños cortos en una sola noche... sería fascinante. Eran varios, lo sé, de algunos me acuerdo, pero no de su orden (tampoco de todos); por eso, "eran".

• En uno simulaba estar en un pequeño pueblo, pero alojado en un pequeño mercado asiático, me sentía adoptado por una familia desconocida. Que cada tanto me llamaba por mi nombre y yo solo asentía, para después volver mi cabeza a la lectura. Actividad que al parecer, hacía periódicamente; de la cual me desprendía cuando uno de los caseros pedía mi ayuda. Todo daba la sensación de que era en un pequeño pueblo, no venía nadie, nunca vino nadie a la pequeña tienda, me encontraría distraído por siempre.

• En otro enredo (me enredo dormido), que se puede ubicar en el inicio de ese lapso de un instante luego de que se acabara el segmento onírico anterior (si es que son esos). Caminaba por un barrio tan parecido al mío, con una lluvia torrencial y al lado de un amigo del que apenas escuchaba su voz. Esa voz que me resultaba conocida de algún lado, muy familiar pero a la vez tan distorsionada como para reconocerla ahora como "amigable y conocida". En ningún momento recuerdo haberlo mirado. Me perdía con la mirada por un barrio olvidad, con los mismos edificios, las mismas casas... Pero algo en su composición material lo hacía diferente en esa lluvia. A pesar de la lluvia y de llevar lentes, podía ver y perderme en esos edificios que conocía y desconocía a la vez por la misma lente. En un momento dado tuve que separarme de mi amigo, el extraño que desconozco. No me acuerdo como fue nuestra conversación final. Si es que me acuerdo de algo, fue de un diálogo tan sencillo como críptico. Ahí, mientras caminábamos cerca del final de una cuadra (me enredo hasta en mi posición) le digo que debo cruzar una calle de inmediato para volver a casa, él me advierte que me apure antes de que el agua haga de las calles un río, y que se iba por otro camino, y que yo apurara el paso. Lo último que hice fue saludarlo en un solo apretón de manos. En ningún momento ví su cara. Corría hasta el final de esa calle... corría para que no me ganase la lluvia, cruzaba una calle inmensa en ese barrio desconocido, cruzaba una avenida muy familiar. Me sentía aliviado, le había ganado a la lluvia. (¿No es un enredo muy insustancial?)

• ¿Yo estaba en un pueblo o en una ciudad? Todos estos actos eran pequeñas anécdotas que uno puede ir contando mientras viaja en colectivo, que si te animas, se lo podrías ir contando a algún desconocido. En lo que dura un paseo; subirse, encontrar un candidato adecuado (o en su defecto esperarlo), contarle uno de estos segmentoníricos y bajarse del colectivo. Consistía en que todo dure tan poco... En otro de los sueños estaba en lo que parecía ser la entrada de una escuela, pero jamás recordé haber estado en una escuela de tan pocas dimensiones. Era como una serie de departamentos grises y blancos pegados unos sobre otros, no superaban la planta baja y el primer piso. Y además de que era techado, se daba el lujo con una pequeña entrada donde había pasto, piedras blancas... además de dos profesoras que murmuraban y reían entre sí. Pero no estaba tan seguro de que entre ellas, mujeres de al parecer unos 40 años, hubiese una amistado, si no un trato de conocidos del trabajo. Fijate muy bien... que para mí ellas estaban murmurando para sí mismas, reían, gesticulaban, conversaban todo para sí mismas, cada una como un reflejo de la otra, cada una como una caricatura de sí misma y de la otra. Algo que me olvido de contar, y que termina siendo de lo más importante, era que no estaba solo. Íba acompañado de una mujer, que estoy segurísimo que era mi madre, cien por ciento seguro, aún si en estos "pseudo-ciudad/pseudo-pueblo" todo lo que conozco se desconfigure –o reconfigure– en cosas que termine por desconocer. Era mi madre. Además, nadie más que Eli para ir a una escuela desconocida (creería). Ignoramos en todo momento la presente fanfarria enlatada de estas señoras. Tan cercanas y a la vez tan ignoradas. Y recuerdo como hablábamos con Eli, criticas punzantes del colegio, y cercenábamos su ubicación, su arquitectura, su segurísimo estatus de privada (un estatus que al parecer nos sugeríamos); a modo de provocación, esperando a esas docentes, nosotros reíamos. Cuestión certera o no, luego de burlarnos decidimos irnos de esa (también, es seguro que también lo era en ese momento) "pseudo-escuela". Al cruzar el portón de entrada, una de ellas nos dirige la palabra. Se mostraba escéptica en mi búsqueda de una escuela y de mi desprecio. La otra reía. Y yo no me iba a ir sin responderle. Hasta ese momento no me había figurado una búsqueda. ¿Qué buscaba en estas instituciones? El caso es que respondía tajante que lo que buscaba no era para tomárselo en broma. Era todo completamente serio. Y Eli se reía mientras yo les dije palabras que ya no recuerdo. Sólo la final, antes de irnos; decirles "docentes", un funesto y desquitado "docentes" para amargar su día. Que ellas respondieron con una sonrisa disimulando descontento. Fue el respeto. Con Eli nos íbamos riendo camino a otra parte. Entonces, más que por una búsqueda, era nuestra diversión de caminar juntos.

• Si vuelvo a reflexionar la idea de hablar estos pequeños sueños en un colectivo, seguramente me quedo corto. No por la extensión ni por falta de historias. Si no por un desconocer la ausencia de colectivos imaginarios dispuestos a escuchar. ¿Existirían? O los tendrías que inventar hablando... Era algo que no se descartaba, seguía siendo parte de la baraja. En un plano más inclinado, ahora me encontraba cruzando un camino muy peculiar de la mano de una mujer que ni siquiera recuerdo quien era. Todo se perdía en un instante. Este camino era como un boulevard extendido por un tramo infinito. Que a medida que uno se acercaba al medio, se inclinaba más y más. Se podía sentarse en esa parte del pasto. En la parte más alta también habían bancos de piedra para sentarse... Mientras buscábamos/caminábamos/cruzábamos (todo correspondía a una misma serie de acciones), me crucé con un conocido, antes amigo, creería, porque solo nos saludamos con un "hola" muy seco. En contraposición de ese lugar fresco y de un verde rocío que se sentía a cada rato. Me saludó y se reacomodó con su pareja, no le pude ver la cara... Eran tantas las parejas en ese lugar, y uno era sólo otro par más de sentimientos en ese extraño camino inclinado. Y en todos estos sueños se sentía todo nitidamente, tan simples que podían resultar... Pero tan vivos... En este sentía un frío terrible, como un letargo. Que me protegía la calidez de mi pecho. Reveses configurados del sueño.

• Al final no logro comprender esa sucesión espontánea, tal vez sí pero no quiero o ahora no es momento, o... Volvía a un escenario de lluvia, esta vez un poco más calma que la anterior. Entonces este. ¡Este! Es el final que sacude. Sacude por afán o por enigma. Yo caminaba la rotonda entre dos avenidas, y en esta rotonda se agolpaba una cantidad considerable de gente. Policías cortando la calle y yo cruzando como si nada. E ignoraba lo que ocurría, si fuese accidente o crimen no importaba, era otro de los tantos dejamientos que me fueron traspasando. Era una suerte de ente ignorado, de ente sacudido por algo que desestimaba totalmente. Dedicado a cruzar calles y caminar por esos microsueños tan expuestos. Y me desperté con unos latidos fuertes en el pecho. Ente latido, entre latidos decidiría contar cada uno de los conocidos extraños que recordaba. Supondría usted que lo estaba haciendo por un bien, quizás. De lo que se puede llamar "certero", "enredo", "dejar", "sentir"; es que me desperté irrazonablemente temprano... Y más "nítido" (a tomar con pinzas) es que un día en una vida, en toda la historia, no es más que otro sueño de un instante. Donde somos un ente (des)conocido por unas cuantas horas. ¡Tengo una sed! 

Mauro Varela

domingo, 13 de octubre de 2013

Reniega de la esperanza, reniega del más-de-lo-mismo

Si se nos permite decir algo más, esperaré siempre a que sea algo más que un recuerdo deprimente. O un alzar la cabeza esperanzada luego de una adversidad. Y acá estoy siendo esperado, muy testarudo, sin tratar un recuerdo deprimente como a ustedes se les permite y se les revelan las cosas, quisiera preguntar como es que enredan más de lo mismo, esos sentimientos escritos inyectados con su psique y escritos en serie. Sí, en serie. Cómo es que hay rasgos suicidas que a mí se me revelan tan uniformes. Porque apoyo lo individual pero remarco otra vez mi testarudez (sus "obras descarga", sus sentimientos, sus hirientes) que me agrada como una gloriosa pizza fría que se desacomoda de todos esos dolores que sienten ustedes, identificados unos con otros. Es remarcar esa serie de patrones que no me producen nada, porque ustedes son en esa curiosa agrupación, unos seres tan comunes como yo y esa testarudez mía de explicar todo rebuscadamente e inyectarla de pizza fría bien licuada (y ahí tenes mi normalismo tonto en que se desentienden las cosas) y de sensaciones de volar extraterrenamente (y ahí, caminantes del más-de-lo-mismo, se encuentra la igual de mundana y ensoñada progresión, otra que arriesgarse a alzar la cabeza sin necesidad de otra razón –osea, muchas razones– de levantar la cabeza así me duele menos el cuello y chau trances) que ustedes, seres tan emocionales se han ensimismado en no visualizar.

Me gustaría decirles que sus expresiones me aburren, pero no es posible. No es mi deber. Y es que por castigo preferiría que jamás amen sus manos. Porque una de mis preguntas que albergaba mi cabeza hace un tiempo era: "¿Es que no aman ni siquiera a sus propias manos?". Y es que no hay deber. Y si pudiesen planear todo en un sí y en un no... lo harían ley. Y no se podría decirles algo tan disonante como... A ver... ¿Como qué? ¡Millones viviendo ahora nunca morirán! ¡PERO VOS SÍ! Y es que arroparse y balbucear "p-pero mi sentir" puede más. Temen en secreto la disonancia. Y entre ustedes veo que claramente pueden sentir, pueden lograr muchas cosas, y se van a felicitar identificados con el mismo dolor en el pecho que bien puedo consentir pero jamás sentir. Porque morir es lo primero que se tiene que hacer para que todo sea tan graciosamente grácil. Claro, porque "no sabemos aún qué vamos a hacer", y es que es segurísimo mi desencajamiento, mi "ser de sobra" en esa tribulación que veo entre la especulación de lo que pueden hacer; ahí, vendiendo novelas de amor matado (tan feo y vacío como suena), lanzando sus aves tristes por los aires, construyendo sus santuarios, sus tristezas de uno solo (compartidas), un fervor por cantarle a la lluvia más de lo mismo; y congregarse, y llorando, e ignorando a esa sucia paloma que esconde secretos ancestrales. ¿O no creen en palomas de secretos ancestrales? Bueno, ahí está la dulzura que tanto carecen. Porque esa paloma se va a posar en sus plazas pétreas y encogidas, mientras entran a sus congregaciones flagelantes a empaparse de nada, esa nada mientras yo estoy recostado en un banco de una de esas plazas mezclado de indigente comiendo mi pizza fría. Entonces la paloma boba se va a posar en un árbol y yo la voy a putear porque se cagó en mi pizza fría mientras esa rata con alas arcaica se va alejando. Para después tranquilizarse y limpiarla para seguirla comiendo, y sabiendo, que de una buena vez por todas, esa paloma va a defenestrarlos con todos sus sentimientos inhóspitos y tristes. Y yo ahí escribiendo con esa pizza, con todo el fulgor de saber que esa paloma tiene más sabor. Ojalá les corten las manos.

Mauro Varela