sábado, 28 de mayo de 2016

Invierno 1972

Un malestar corrupto: alguien no se hace cargo de su tiempo, posición y condición humana.
Canturrea: hay éxtasis en mis manos, hay placer del contraescritor, aquel que ya poseía toda su obra culminada pero cuya característica fascinante era borronear su talento.
Ataque fílmico: valle fílmico, cuándo será el día que dejen de manar vivencia.
Deshora en el ahora conmigo: algo se tira de los pelos, continuamente abrocha en el buzón todos los ciclos de su historia (y no soy yo, es él desde el ayer).
Lector: deprivado.
Alguien te anduvo buscando: entidad.
Estilo opaco resquemor: tartamudea realidad cada vez que le corren el velo del pasado.
Repres(sivas?)entaciones: sufre su piel cuando él mismo siembra las plagas del dios adolescencia.
Perdón, flaco: y le reviento esos siglos pasados que trata de cincelar como las mejores temporadas de la vida, comida podrida.
Retobado e inconexo: desmadre y desmarco. Despacio tiempo…
Homenaje que nos atraviesa: sé el candil y sé la mano.
Le disuelven las esperanzas: le diagnostican vida.
Un aplauso: un, muchos.
Kaoru Abe – Winter 1972

jueves, 26 de mayo de 2016

Fe en extraños

Al tiempo el tipo decide gastar. Se dan cuerda tarde, la piensan demasiado, los dos atraviesan el mismo terreno de violencia demasiado tarde. Quieren pasarla mal. El mismo tipo decide grandiosamente penetrar a la tardanza que jamás lo hace llegar y que siempre lo deja del lado de la falta; inseminarle sus dudas, devolverle las envolturas sin comida y los pañuelos acabados, ¡el camino con la huella y a morfarla! Partirle el perro al vecino en todas las medianeras de la manzana. 

El mismo tiempo también decide penetrantemente el gratinar con vida a ese cascarón de hombre, excusas para el cuerpo a cuerpo, el pija a pija, pero sin llegar nunca a un conflicto que ampare semejantes actitudes. Al final el tiempo desea malestar y mal estar, pero se conforma, es el muñón sin la persona.

Se embalan en la misma pesadumbre, en los dualismos colchón para describir algo que no avanza ni sedimenta la confianza (y siendo consciente de que tienen los mismos pensamientos…). Resquebrajan el mismo surtidor de objetos conocidos: del partirle el tiempo al cascarón en todas las tardanzas de la falta; del penetrar al muñón que jamás lo hace mal estar y que siempre lo deja del lado de la pija; del desear partir y partirle la huella, pero conformarse, si al final el tipo es la medianera sin el perro.

Imploran un final potente, un clímax y un redondeo que valga la pena, pero es el gasto el que decide por los dos: ”que el decidir no sea”.

Andy Stott - Faith In Strangers

Pronto será lo suficientemente frío

Acechan cardúmenes de gorros y camperas por la madrugada; impaciencia inapelable. De esa impaciencia irremangable de la que no podes deshacerte por culpa de los ventarrones que te dicen: “llegó por la madrugada, llegué con él, que te quiere revelado entre las sábanas”. Y es ahí cuando el manto del encierro te sorprende a vos, por encontrarse incrustado en tu cuerpo desde que comenzaron las heladas. 

Una artillería de chocolatadas y calefactores, qué bronca redirigirte a los caminos comunes. A la estación en tu memoria hay que pegarle un tiro, que se incinere el recuerdo urbano en cada barril de cada canillita. El error no es tuyo, es mío, está perdido en tu alacena de errores personales, mezclado, en etiqueta adulterada, hibernando entre el error ajeno y la ausencia de alguien que se olvidó de decirte que llegó el frío, el común a todos.

Lo podes despertar cuando quieras, o cuando Tierra del Fuego culmine reventando las reservas del calor nacional. También lo podes ir pateando de tus muebles a medida que este acompañante se disculpa por traer invitados ingratos. Dícese: mi presencia, mis historias que se cuelan entre vapores carraspeados y gargantas invisibles, que te atraque un pensamiento que no se dice pero que uno percibe como la necesidad de que los malestares se vayan cruzando mi puerta, cerrando bien el portal para que mi garrafa no desperdicie más calor alimentando otro cuerpo, que no me jodas con tus anécdotas gangrenosas porque ya es suficiente el verme estaqueado en mi propia cama. 

Esperando que una neumonía por fin me coloque en un segundo plano… todo perecido, vencido, superando la debilidad que todavía me sutura a este film que llamamos vida. ¿Cómo creerle a esta calidez engañosa que nos apresa? “Hervite piel adentro que afuera todo está sitiado por gente que todavía se amamanta de las altas temperaturas“.

Vulnerado por este vaivén de falsedades encendidas, voy a imitar el hábito del oyente, del paciente, que el congelamiento no se nos ofrece en embestida, tal vez en un coma ascendente, pero no con ansias. Esto que disfrutas no es reconfortante, el calor como serenidad es el engaño.

Emancipator - Soon It Will Be Cold Enough

Tres canciones de amor

Un tipo prescindible sufre otro de esos ataques de copiosa alegría. Se calcina una tarde en el trayecto laboral, cuando raspa un toque a las personas que viven por un día su rutina, entran para escaparse en la mirada de su vida, tan derruída como voluntad.
“Hay rato y redención en el canto del neumático, en todas las veces que subí al colectivo y me arrepentía de elegir el lado que no me dejaba presenciar el mar. Pero ahora… Cardumen metalizado, asfalto marmolado”.
Le viene bien lo terrestre, lo contestado; se talla las mascotas muertas en las uñas y así recorta de a poco los recuerdos, le crecen esas molestias semanales en las extremidades: y a descarnar. Sin apegos.
“Me dinamito la dinámica. ¡Al absceso de felicidad lo surto a golpes para se derrame en las inquietudes de la gente! La termino zarandeando por todos los mercantes y kiosquitos que han tocado mis manos, como si en ellos también trastabillase este fulgor que me recorre”.
Tintinean en su paladar las horas que se quedó hasta tarde despierto. Llega temprano al destino, fuera de los injertos mercantiles, extraviado pero no extraído de la mismísima vida de alimaña, para el destino, él llega en un temprano impropio.
“Desde mi afecto mal agradecido, me arrojo al bucle de la vida. Good show… Good show… Ejecutado por las marginalias personales, acá estoy, ciudadano, acá estoy, pedestre. Good show… Good show…”.
Saborea sus últimos rastros de vida cerca del mediodía, y antes de dejarlos en el cenotafio más cercano, se considera grande y realizado. Ante el final de estos atentados a su salud, vive con la cura hasta la última de sus jornadas.

Ricky Eat Acid – Three Love Songs