viernes, 18 de octubre de 2013

Juntos somos extraños (segmentónirico)

Si pudiese ordenar y recapitular tantos sueños cortos en una sola noche... sería fascinante. Eran varios, lo sé, de algunos me acuerdo, pero no de su orden (tampoco de todos); por eso, "eran".

• En uno simulaba estar en un pequeño pueblo, pero alojado en un pequeño mercado asiático, me sentía adoptado por una familia desconocida. Que cada tanto me llamaba por mi nombre y yo solo asentía, para después volver mi cabeza a la lectura. Actividad que al parecer, hacía periódicamente; de la cual me desprendía cuando uno de los caseros pedía mi ayuda. Todo daba la sensación de que era en un pequeño pueblo, no venía nadie, nunca vino nadie a la pequeña tienda, me encontraría distraído por siempre.

• En otro enredo (me enredo dormido), que se puede ubicar en el inicio de ese lapso de un instante luego de que se acabara el segmento onírico anterior (si es que son esos). Caminaba por un barrio tan parecido al mío, con una lluvia torrencial y al lado de un amigo del que apenas escuchaba su voz. Esa voz que me resultaba conocida de algún lado, muy familiar pero a la vez tan distorsionada como para reconocerla ahora como "amigable y conocida". En ningún momento recuerdo haberlo mirado. Me perdía con la mirada por un barrio olvidad, con los mismos edificios, las mismas casas... Pero algo en su composición material lo hacía diferente en esa lluvia. A pesar de la lluvia y de llevar lentes, podía ver y perderme en esos edificios que conocía y desconocía a la vez por la misma lente. En un momento dado tuve que separarme de mi amigo, el extraño que desconozco. No me acuerdo como fue nuestra conversación final. Si es que me acuerdo de algo, fue de un diálogo tan sencillo como críptico. Ahí, mientras caminábamos cerca del final de una cuadra (me enredo hasta en mi posición) le digo que debo cruzar una calle de inmediato para volver a casa, él me advierte que me apure antes de que el agua haga de las calles un río, y que se iba por otro camino, y que yo apurara el paso. Lo último que hice fue saludarlo en un solo apretón de manos. En ningún momento ví su cara. Corría hasta el final de esa calle... corría para que no me ganase la lluvia, cruzaba una calle inmensa en ese barrio desconocido, cruzaba una avenida muy familiar. Me sentía aliviado, le había ganado a la lluvia. (¿No es un enredo muy insustancial?)

• ¿Yo estaba en un pueblo o en una ciudad? Todos estos actos eran pequeñas anécdotas que uno puede ir contando mientras viaja en colectivo, que si te animas, se lo podrías ir contando a algún desconocido. En lo que dura un paseo; subirse, encontrar un candidato adecuado (o en su defecto esperarlo), contarle uno de estos segmentoníricos y bajarse del colectivo. Consistía en que todo dure tan poco... En otro de los sueños estaba en lo que parecía ser la entrada de una escuela, pero jamás recordé haber estado en una escuela de tan pocas dimensiones. Era como una serie de departamentos grises y blancos pegados unos sobre otros, no superaban la planta baja y el primer piso. Y además de que era techado, se daba el lujo con una pequeña entrada donde había pasto, piedras blancas... además de dos profesoras que murmuraban y reían entre sí. Pero no estaba tan seguro de que entre ellas, mujeres de al parecer unos 40 años, hubiese una amistado, si no un trato de conocidos del trabajo. Fijate muy bien... que para mí ellas estaban murmurando para sí mismas, reían, gesticulaban, conversaban todo para sí mismas, cada una como un reflejo de la otra, cada una como una caricatura de sí misma y de la otra. Algo que me olvido de contar, y que termina siendo de lo más importante, era que no estaba solo. Íba acompañado de una mujer, que estoy segurísimo que era mi madre, cien por ciento seguro, aún si en estos "pseudo-ciudad/pseudo-pueblo" todo lo que conozco se desconfigure –o reconfigure– en cosas que termine por desconocer. Era mi madre. Además, nadie más que Eli para ir a una escuela desconocida (creería). Ignoramos en todo momento la presente fanfarria enlatada de estas señoras. Tan cercanas y a la vez tan ignoradas. Y recuerdo como hablábamos con Eli, criticas punzantes del colegio, y cercenábamos su ubicación, su arquitectura, su segurísimo estatus de privada (un estatus que al parecer nos sugeríamos); a modo de provocación, esperando a esas docentes, nosotros reíamos. Cuestión certera o no, luego de burlarnos decidimos irnos de esa (también, es seguro que también lo era en ese momento) "pseudo-escuela". Al cruzar el portón de entrada, una de ellas nos dirige la palabra. Se mostraba escéptica en mi búsqueda de una escuela y de mi desprecio. La otra reía. Y yo no me iba a ir sin responderle. Hasta ese momento no me había figurado una búsqueda. ¿Qué buscaba en estas instituciones? El caso es que respondía tajante que lo que buscaba no era para tomárselo en broma. Era todo completamente serio. Y Eli se reía mientras yo les dije palabras que ya no recuerdo. Sólo la final, antes de irnos; decirles "docentes", un funesto y desquitado "docentes" para amargar su día. Que ellas respondieron con una sonrisa disimulando descontento. Fue el respeto. Con Eli nos íbamos riendo camino a otra parte. Entonces, más que por una búsqueda, era nuestra diversión de caminar juntos.

• Si vuelvo a reflexionar la idea de hablar estos pequeños sueños en un colectivo, seguramente me quedo corto. No por la extensión ni por falta de historias. Si no por un desconocer la ausencia de colectivos imaginarios dispuestos a escuchar. ¿Existirían? O los tendrías que inventar hablando... Era algo que no se descartaba, seguía siendo parte de la baraja. En un plano más inclinado, ahora me encontraba cruzando un camino muy peculiar de la mano de una mujer que ni siquiera recuerdo quien era. Todo se perdía en un instante. Este camino era como un boulevard extendido por un tramo infinito. Que a medida que uno se acercaba al medio, se inclinaba más y más. Se podía sentarse en esa parte del pasto. En la parte más alta también habían bancos de piedra para sentarse... Mientras buscábamos/caminábamos/cruzábamos (todo correspondía a una misma serie de acciones), me crucé con un conocido, antes amigo, creería, porque solo nos saludamos con un "hola" muy seco. En contraposición de ese lugar fresco y de un verde rocío que se sentía a cada rato. Me saludó y se reacomodó con su pareja, no le pude ver la cara... Eran tantas las parejas en ese lugar, y uno era sólo otro par más de sentimientos en ese extraño camino inclinado. Y en todos estos sueños se sentía todo nitidamente, tan simples que podían resultar... Pero tan vivos... En este sentía un frío terrible, como un letargo. Que me protegía la calidez de mi pecho. Reveses configurados del sueño.

• Al final no logro comprender esa sucesión espontánea, tal vez sí pero no quiero o ahora no es momento, o... Volvía a un escenario de lluvia, esta vez un poco más calma que la anterior. Entonces este. ¡Este! Es el final que sacude. Sacude por afán o por enigma. Yo caminaba la rotonda entre dos avenidas, y en esta rotonda se agolpaba una cantidad considerable de gente. Policías cortando la calle y yo cruzando como si nada. E ignoraba lo que ocurría, si fuese accidente o crimen no importaba, era otro de los tantos dejamientos que me fueron traspasando. Era una suerte de ente ignorado, de ente sacudido por algo que desestimaba totalmente. Dedicado a cruzar calles y caminar por esos microsueños tan expuestos. Y me desperté con unos latidos fuertes en el pecho. Ente latido, entre latidos decidiría contar cada uno de los conocidos extraños que recordaba. Supondría usted que lo estaba haciendo por un bien, quizás. De lo que se puede llamar "certero", "enredo", "dejar", "sentir"; es que me desperté irrazonablemente temprano... Y más "nítido" (a tomar con pinzas) es que un día en una vida, en toda la historia, no es más que otro sueño de un instante. Donde somos un ente (des)conocido por unas cuantas horas. ¡Tengo una sed! 

Mauro Varela

No hay comentarios:

Publicar un comentario