jueves, 26 de mayo de 2016

Tres canciones de amor

Un tipo prescindible sufre otro de esos ataques de copiosa alegría. Se calcina una tarde en el trayecto laboral, cuando raspa un toque a las personas que viven por un día su rutina, entran para escaparse en la mirada de su vida, tan derruída como voluntad.
“Hay rato y redención en el canto del neumático, en todas las veces que subí al colectivo y me arrepentía de elegir el lado que no me dejaba presenciar el mar. Pero ahora… Cardumen metalizado, asfalto marmolado”.
Le viene bien lo terrestre, lo contestado; se talla las mascotas muertas en las uñas y así recorta de a poco los recuerdos, le crecen esas molestias semanales en las extremidades: y a descarnar. Sin apegos.
“Me dinamito la dinámica. ¡Al absceso de felicidad lo surto a golpes para se derrame en las inquietudes de la gente! La termino zarandeando por todos los mercantes y kiosquitos que han tocado mis manos, como si en ellos también trastabillase este fulgor que me recorre”.
Tintinean en su paladar las horas que se quedó hasta tarde despierto. Llega temprano al destino, fuera de los injertos mercantiles, extraviado pero no extraído de la mismísima vida de alimaña, para el destino, él llega en un temprano impropio.
“Desde mi afecto mal agradecido, me arrojo al bucle de la vida. Good show… Good show… Ejecutado por las marginalias personales, acá estoy, ciudadano, acá estoy, pedestre. Good show… Good show…”.
Saborea sus últimos rastros de vida cerca del mediodía, y antes de dejarlos en el cenotafio más cercano, se considera grande y realizado. Ante el final de estos atentados a su salud, vive con la cura hasta la última de sus jornadas.

Ricky Eat Acid – Three Love Songs

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