jueves, 14 de febrero de 2013

Autorquesta a Londres

Lo más choto de viajar de noche es estar atento a mil cosas, todos lo sabemos.
Vos y el vehículo, más las formas de perderse y el mejor tramo para estamparse.
Era Varela (mi viejo, al que siempre llamo por el apellido) manejando justo en unas cuestas de La Rioja.
Y Rökkurró tocando Svanur desde mi celular.
Un momento preciso.
Traspasan luces de guardarraíles, de animales y de las cruces puestas en algunos montes, marcando muerte.
Que todo viene entre las centellas, por cada vez que veía al frente, el parabrisas me mostraba el trayecto del señor que siempre manejaba durante un largo tiempo.
Él solo manejaba.
Él era el auto.
Porque ser un automóvil es lo que mejor sabe hacer.
Bucles de bichos que se perdían entre el choque, de luz y velocidad, de apuro por llegar.
Caleidoscopio natural.
Y es ese momento esbelto, en que los islandeses se sincronizaban con el tosco hombre auto. Sin importar su idioma.
Juntos, ante cada curva estrecha que pasan, resuenan con el piano delicado.
Cada tramo más cerca de Londres, pero todo acortado ante esto.
Un momento, todos a la par, hasta que pasemos por ese lugar, ya no pueda mirar ni escuchar.
Usted maneje nomás.

Mauro Varela




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