jueves, 5 de enero de 2017

El primer atentado

El Pollo llegó a la casa de mis tíos en pleno almuerzo, estábamos comiendo pizzas y otras sobras navideñas mientras se discutía si los langostinos eran animales sabrosos. Mi viejo los defendía como un manjar, y para peores en la tele pusieron Cocineros Argentinos, que sugerían el tema de nuestra charla; los Cocineros fritaban todo a su paso: cornalitos, rabas, la paciencia para aguantar ese olor que nos trae el recuerdo a los platos de langostinos que jamás intentamos comer en mi casa, fritar por fritar, la mesa ya pedía pasar a otro asunto.
Por puras ganas (o simples vicios del oficio), El Pollo, desganado integrante de la División Investigaciones de la policía catamarqueña, pasó a relatar resumidamente algunos crímenes que ocurrieron en la provincia. Uno de esos casos resaltaba, no por ser intrincado, ya que tuvo una resolución simple, y tampoco por exceder los límites (siempre hasta las manos) del morbo aceptable en la mesa, el hecho sobresalía por ser pionero en la materia de explosivos. El Pollo reconocía que esto que los diarios locales definieron como "el primer atentado en Catamarca" era una novedad para ellos, acostumbrados a los asesinos más convencionales, el trivial puñal y los balazos de cada día. Por este motivo en particular, reconstruyo lo que nos contó el Pollo sumando los datos que se desperdigados por la prensa.   
Hagamos memoria, el mediodía del lunes 23 de septiembre de 2013, en el departamento de Santa María, María Justina Flores y el remisero Nery Ángel Santos son desintegrados por una bomba casera. María era del pueblo Los Nacimientos, en el departamento de Belén. Ella llegó en remís a su propiedad en Santa María (vuele con todos los santos, María) y, con el deseo de retirar algunas cosas del lugar, abrió el garage mientras Nery esperaba. Adentro se encuentra con una caja de herramientas colocada inocentemente en el baúl de su auto, como si fuese una caja que hace las veces de okupa en una casa ajena. Al parecer, María la levantó, porque una caja tan desubicada no podía andar en su baúl y che esto no es mío, quién te dejo acá, metida, y otros pensamientos que te haces cuando no te acordás de haber dejado eso en el auto, y ocurrió lo esperable por nosotros, lo que quizás María no pudo intuir en ese momento donde numerosos pedacitos de hierro le reventaron la mitad del cuerpo. Nery, si bien estaba un toque más lejos, también salió afectado por la explosión, que le arrebata los ojos y después lo estruja de muerte con sus esquirlas. 
¿Una bomba? No, una salida de gas, alcohol de más en la parrilla, pero una bomba... y en Santa María, de todos los lugares... No pensamos en grande, el accidente doméstico confunde, diluye la emoción al principio. Se superpone a la posibilidad de un atentado, porque si quiero reventar algo, por lo menos apuntar hacia algún intendente perezoso en sus funciones, hacia algún ricachón corrupto, de esos que abundan en la región, no a una Flores cualquiera. 
Igual, El Pollo termina desechando misterios, expectativas y giros bruscos: el culpable es el yerno de María, César Rodríguez. Lo detuvieron en pocas horas, primero demoraron a la hija de María, una menor para ese momento, y después a César, quedando los dos en la comisaría de Belén. César, de 35 años, era empleado de una mina en Farallón Negro que mantenía relaciones con la menor de 16 años. Al parecer, todo se desencadena porque la piba estaba embarazada, César se entera que la madre quiere que aborte y asi, una relación que ya estaba en mal camino, desembocó en este punto muerto, en esta zona cero. Pero lo más probable es que la bomba estuviese destinada para su novia, aunque al final fue la suegra quien la recibe. 
Me molesta que el diario El Ancasti diga que "el caso de la muerte de Flores y Santos ventiló una historia de ribetes pasionales", que Catamarca Actual hable de un "conflicto pasional". No por que el término "femicidio" fuese desconocido para el 2013 o en boca de todos bien entrado el 2015. Si no porque no me cierra que la idea de crimen pasional motive una operación tan sistemática, tan operativa como esta. Es imposible que César Rodríguez se pueda escudar en un no sabía lo que hacía, estaba fuera de mí, perdón, giladas que pasan cuando andas ebrio de amores. 
En un allanamiento a la casa de Rodríguez encontraron bosquejos de la bomba y unos cuantos explosivos más, entre algunas cajas de herramientas (y dale con las cajas), como para armar un par de bombas más, por las dudas la novia se salga con la suya en el primer intento. El Pollo se sorprendía de cómo un simple operario tuviese los conocimientos para trabajar con explosivos y no morir mientras los manipula. Es difícil, desde acá, calcular cuánto sabe César sobre explosivos, y no es un detalle menor que la bomba se detonara por el peso, por un click que suene cuando queres mover lo que no es tuyo y al final te despoje de todo. Lo que sí sabemos con seguridad, es que César tenía acceso a los explosivos en la mina. Por este hecho, el abogado de las víctimas, Carlos Paz, habló en el 2015 para hablar sobre la demanda a Farallón Negro por su implicancia en el caso, por el pobre control que tenían sobre los explosivos. Según El Pollo, César declaró que la dinamita estaba a la vista de todos, que simplemente los sacó y ya.
Después de relatar el caso, se habló un toque más sobre el inevitable tema de la inseguridad, que es un tema que hace entrar a toda charla en un bucle sin gusto, como los langostinos supongo. Lo último que se sabe del caso sobre el primer atentado con bomba y muertos en Catamarca (que se conozca, que sea de actualidad), es que esperaban el juicio para fines de abril de 2016. Y después, zona cero de nuevo. Resulta complicado, poco convincente, que un hecho tan al pasar como este, con el correr atronador de los años, llegue a ocupar unas líneas en alguna efeméride sobre Catamarca, en algún relevamiento de datos sobre femicidios en la provincia, en algo más que un cuento que los policías narren exageradamente para asombrar a los hermanitos más chicos. Es hora de la siesta. 

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